Las Tres Gracias, Rubens pintó ésta obra al final de su vida y, como Leonardo con la Gioconda, no se separó de ella hasta su muerte. Esta obra, vitalista y sensual, es uno de los cuadros cumbres del Barroco y puede contemplarse en la sala 9 del Museo del Prado.
El rostro de la figura de la izquierda pertenece a Elena Fourment, segunda esposa del autor, le llamaban "la mujer más bella de Amberes". Rubens se casó con ella tras la muerte de su primera mujer, Isabella Brant, cuando Fourment apenas contaba con 16 años. En ella encontró el apoyo, la felicidad y la inspiración necesaria para afrontar la última etapa de su vida. El pintor se prendó de sus formas opulentas, que no se cansó de inmortalizar en sus cuadros. Los rostros y los cuerpos de las otras dos divinidades parecen responder al mismo modelo de Fourment, contemplado desde diversos ángulos: de espaldas y de frente.
Exaltación de la carne. Las Gracias son el epítome del ideal flamenco de belleza femenina, encarnado por mujeres opulentas, de formas exuberantes, con aspecto saludable y piel rosácea. Rubens centra la atención en el cuerpo femenino, pese a que las protagonistas representan a tres divinidades, el pintor les atribuye un rostro y un cuerpo comunes. Debido a esa naturalidad que aporta a las figuras, a que evita la solemnidad y la frialdad, a que desmitifica la escena y recrea una situación tan natural como un baile, el pintor flamenco consigue que la escena resulte creíble.
La cantidad de encargos que constantemente recibía de las cortes europeas obligaron a Rubens a organizar una especie de cadena de montaje para atender la demanda. Sus discípulos trabajaban siguiendo las indicaciones del maestro, que en ocasiones sólo retocaba la obra. Expertos en paisajes y en la pintura de flores, iniciaban o completaban los lienzos, y algunos de sus colaboradores, como Van Dyck y Jordaens, alcanzaron fama universal. En esta obra, las guirnaldas que cuelgan sobre la cabeza de las Gracias y los ciervos del valle parece que fueron creados por otro autor en su totalidad.
El color y las manchas que definen a las figuras predominan sobre el dibujo. La pincelada es enérgica y los colores, vivos y cálidos, especialmente en los cuerpos y los cabellos, el cielo y la guirnalda. La luz ilumina el centro de la obra y el paisaje y se oscurece en los bordes para que la atención se centre sobre las figuras, presentadas en un primer plano desmesurado. El paisaje, con los característicos desniveles de Rubens, otorga profundidad al cuadro.
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